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El fin de la era Merkel

El próximo domingo 26 de septiembre se celebran elecciones en Alemania. Unos comicios que más allá del incierto resultado que ofrecen los sondeos, suponen el fin de una era en la historia alemana y, por supuesto, en Europa.

El próximo domingo 26 de septiembre se celebran elecciones en Alemania. Unos comicios que más allá del incierto resultado que ofrecen los sondeos, suponen el fin de una era en la historia alemana y, por supuesto, en Europa. La canciller, que lo ha sido durante dieciséis años, ha marcado con su impronta el destino europeo en estas dos primeras décadas del siglo XXI. Su figura ha pasado de ser el azote “austericida” de los derrochadores países del Sur, a la defensora de la solidaridad con los refugiados sirios y los Estados más afectados económicamente por la COVID-19. De odiada a amada, lo que es incuestionable es que nada será igual sin ella en los Consejos europeos. Un espacio que a su sucesor o sucesora le costará llenar, sobre todo, si las obligatorias coaliciones de gobierno que deberán formarse, no garantizan la estabilidad política que Merkel ha sido capaz de construir, pese a no haber contado nunca con una mayoría absoluta.

LA HERENCIA MERKEL

Pese a que la política europea de Angela Merkel se ha caracterizado por la ortodoxia liberal en lo económico, la realidad es que su gran arma política de ha sido siempre su capacidad de diálogo. Consenso en Alemania para formar grandes coaliciones con los socialdemócratas y búsqueda del denominador común en la UE. Casi nunca ha apostado por el riesgo, convencida de que la sociedad europea es muy refractaria a los cambios bruscos. Ha sido la Mutti o mamma de todos los alemanes y, finalmente, de los europeos. Desde ese papel de timonel precavido, logró evitar la desaparición del euro, eso sí, a costa de los terribles sacrificios de la población griega, irlandesa y portuguesa, los tres Estados que necesitaron de un rescate, junto con el bancario de España. Sin embargo, fue mucho más audaz cuando abrió las fronteras alemanas a las masas de refugiados congregados en la estación de tren de Budapest que huían del horror de la guerra en Siria. Y lo fue también en julio de 2020 cuando aceptó la propuesta de Macron para poner en marcha el Plan de Recuperación y Resiliencia Next Generation EU, solidarizando la deuda europea.

ALEMANIA EN LA ENCRUCIJADA

Ha navegado Merkel en aguas muy turbulentas en estos años que le ha tocado gobernar. De crisis en crisis, casi sin descanso. Y deja a Alemania a flote, pero con enormes nubarrones en el horizonte venidero. Su economía, de fuerte base industrial y de gran componente exportador, se enfrenta como el resto de la Unión al doble reto de la transformación digital y la transición ecológica. La locomotora alemana imprescindible en todos estos años de construcción europea para tirar de la economía de los 27, tiene que adaptarse en poco tiempo a un cambio de modelo de producción y consumo, sin poner en riesgo los pilares del bienestar social alemán que han sido la clave del éxito germano desde el final de la II Guerra Mundial. Alemania es el país de clase media por excelencia. Las diferencias sociales son mínimas y las coberturas en derechos básicos muy importantes. Tanto que la mayoría de los alemanes viven en ciudades medias y en pisos de alquiler. Ahora, mantener ese estatus social será complicado en plena era de incertidumbre y cambios frenéticos.

DIFÍCIL GOBERNABILIDAD

Agotada la fórmula de las grandes coaliciones CDU-SPD, democristianos y socialdemócratas, empleadas en dos ocasiones (8 años) por Merkel, se abre una nueva era donde las piezas del puzle deben recolocarse. Las encuestas que hasta el mes de mayo hablaban de un previsible empate entre la CDU y los Verdes, la fuerza emergente, han ido cambiando a lo largo del verano. Ahora ha irrumpido con enorme fuerza la candidatura de Olaf Scholz, un tecnócrata actual vicecanciller y ministro de Finanzas, que ha llevado al SPD a ponerse por delante en los sondeos. Parece que en él los alemanes tienen más confianza en suceder a Merkel que en el candidato de la CDU y la CSU, Armin Laschet. En todo caso, las coaliciones posibles de gobierno tienen ya nombre: Jamaica, Kenia, Alemania o semáforo. Todas requieren de tres partidos para dar estabilidad al Ejecutivo. La Jamaica (CDU-CSU, Verdes y Liberales) ha perdido terreno y dependerá su suerte del quién será finalmente la primera fuerza política. La opción Kenia (CDU-CSD, SPD y Verdes) es una especie de super gran coalición muy complicada. La Alemania (CDU-CSU, SPD y liberales) también se antoja remota. Y la semáforo (SPD, Verdes y Liberales) sería la favorita en las encuestas. El partido de la ultraderecha, Alternativa por Alemania, no entra en ninguna de las quinielas, aplicándose el cinturón sanitario democrático que siempre aplicó Merkel. Fin de ciclo y solo me queda decir: auf wiedersehen frau Merkel und danke.