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El factor diferencial: la actitud

Sin duda, la crisis del Covid-19 nos ha puesto a todos contra las cuerdas; creíamos conocer casi todo y disponer de manuales u hojas de ruta para cualquier circunstancia.

Dicen que los buenos amigos se descubren en los peores momentos, igual que los grandes líderes crecen en las épocas más duras y complejas. Decía Stephen Hawking, que la inteligencia es la habilidad para adaptarse a los cambios, a lo que añadiría que la aptitud sin actitud no es suficiente para optimizar nuestros recursos personales antes los grandes retos.

Sin duda, la crisis del Covid-19 nos ha puesto a todos contra las cuerdas; creíamos conocer casi todo y disponer de manuales u hojas de ruta para cualquier circunstancia. Golpe de realidad para todos, más aún si cabe para los perfeccionistas extremos aspirantes al control total de todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Un control imposible, por otra parte, como la filosofía del estoicismo ya apunta a través de sus tantos y tantos personajes históricos y fieles devotos y practicantes de la misma (Marco Aurelio, Tolstoi, Gandhi, Mandela…) y que entre otras tantas lecciones destaca también la sabiduría práctica y la temperancia como la capacidad de enfrentarse a situaciones complejas de manera lógica, fundamentada y tranquila en un ejercicio de autocontrol y moderación.

La actitud, en duros momentos como el que actualmente vive la humanidad, es el factor diferencial. El que hace crecer a algunos y el que retrata a otros. Esa actitud de unión y trabajo en equipo de la mayoría más bien silenciosa, frente al frentismo y la división de una minoría ruidosa. El reñidero político, como bautizaba nuestro senador Koldo Martinez, no es el camino ni el ejemplo para una sociedad que, lejos de esas vergonzosas grescas de las que somos testigos día sí y día también en el Congreso, aspiramos a ver y practicar una política que debe servir para facilitar la vida a la gente, no para complicarla aún más. Porque el problema nunca es el problema, es la actitud con la que se hace frente al problema. 

Debemos ser facilitadores de acuerdos y progreso, con una mirada siempre crítica pero constructiva y respetuosa al mismo tiempo. Pluralidad, solidaridad, trabajo en equipo, diálogo y debate entre diferentes, escucha activa, negociación, posibilitar antes que bloquear, ceder y dejarse pelos en la gatera pensando en el conjunto por encima del individuo. Y respeto; respeto al diferente, a quien piensa diferente, a las diferentes maneras de ver y sentir nuestra comunidad y el mundo. Porque solo desde el respeto se puede construir. Y crear y fomentar la cultura del agradecimiento y del reconocimiento, como pilares fundamentales en el desarrollo del respeto y la educación.

Navarra y lo/as navarro/as nos merecemos esa altura de miras con la que generalmente se ha actuado, se actúa y esperemos se actúe también en el futuro. Porque con los principios y convicciones propias y la defensa de estas por parte de cada individuo y colectivo, lo que determina posibilitar los acuerdos es la actitud. 

Cuando pase todo esto todos tendremos un recuerdo, una sensación de lo vivido. Y que esa sensación sea que, a pesar de lo sufrido por una causa ajena, inédita y desconocida, todos pusimos nuestra mejor actitud al servicio de la sociedad.

Y es que como también decía Viktor E. Frankl: “Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.

Gorka Azpiroz Razkin

Lekunberriko alkatea eta Geroa Sozialberdeak-ko Komunikazio Idazkaria