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La receta UE contra el covid: certificado digital y vacunar al mundo

Europa se enfrenta a la sexta ola de la pandemia de la COVID-19 con las mejores herramientas que durante estos dos últimos años hemos encontrado: la unión en las decisiones y la vacunación masiva dentro y fuera de la UE. La batalla esta vez se centra en la anticipación ante nuevas mutaciones como la variante Ómicron, a base de restricciones que no pongan en riesgo la recuperación económica y la movilidad interna. Para ello es fundamental emplear el certificado digital europeo, que en la actualidad emplean más de cincuenta países en el mundo, así como acelerar el ritmo de vacunación dentro y fuera de la Unión Europea. Una de las terribles paradojas que la pandemia nos deja es que mientras en Europa debatimos sobre la procedencia o no de imponer la vacunación obligatoria o del certificado para acceder a espacios comunes, en el mundo menos desarrollado una vacuna es el bien más preciado para evitar la muerte.

NEGACIONISTAS Y NO VACUNADOS

La situación pandémica actual nos ha enfrentado a la realidad del dispar proceso de vacunación llevado a cabo entre los Estados de la UE. Mientras que Portugal es el país europeo con mayor porcentaje de personas completamente vacunadas con un 86,67%, Bulgaria reporta las tasas más bajas de vacunación con un escaso 22,7% con pauta completa. Respecto a los grandes Estados, Alemania se sitúa en 67%, Francia en el 69%, Italia en el 73%, España 80% y Polonia un 54%. Son los Estados del Este y Centroeuropa los que caminan más lentos en el proceso de vacunación y donde se han levantado más voces antivacunas y negacionistas de la enfermedad en nuestro continente. En todo caso, en el conjunto de la UE estamos cerca de una media del 76,3% de vacunación, por encima de Estados Unidos que aún no alcanza el 60% y prácticamente al mismo nivel de China que se sitúa en un 76% de su población completamente vacunada.

CERTIFICADO COMO ELEMENTO DISUASORIO

Los datos clínicos con los que opera la Comisión Europea, reportados por todos los servicios sanitarios de los Estados miembros no dejan lugar a dudas sobre la eficacia de las vacunas para combatir la COVID-19. La vacuna reduce en un 90% el peligro de desarrollar una forma grave de la enfermedad entre los mayores de 50 años, lo que se traduce en que las personas vacunadas tienen 9 veces menos posibilidades de ser hospitalizadas o de morir por el COVID-19 que las no vacunadas. De ahí que la Comisión Europea centre sus esfuerzos en inducir a los Estados miembros a que exijan el certificado digital COVID para el acceso a los espacios comunes, restaurantes, hoteles, aeropuertos, estaciones o lugares de ocio. En las últimas semanas, aquellos países que han impuesto el uso del certificado en estas situaciones han provocado un aumento notable de vacunación voluntaria.

LA SOLUCIÓN VACUNAR AL MUNDO

En un mundo globalizado pensar que es posible cerrar fronteras al virus resulta ridículo. La única receta eficiente a fecha de hoy consiste en vacunar, vacunar y vacunar en todo el planeta. El último riesgo que tenemos que afrontar proviene de Sudáfrica con la variante Ómicron, un país que apenas ha vacunado al 24% de sus 60 millones de habitantes. Datos como los de India, que solo ha vacunado al 30% de sus 1.380 millones de habitantes, Pakistán con un 24% de sus 221 millones de habitantes o Rusia de sus 144 millones de habitantes solo ha vacunado al 37%, nos dejan bien a las claras el enorme riesgo que estamos corriendo si queremos acabar con la epidemia. La UE es hasta la fecha el mayor cooperante mundial en el reparto de vacunas fuera de los territorios nacionales. Ha dispensado tantas dosis para los habitantes europeos como para el resto del mundo. 1.000 millones de dosis para Europa y otros mil millones para terceros países. Este es el único camino válido: la responsabilidad colectiva en Europa y la solidaridad global en el mundo.